Articulo publicado en el Washington Post el 24 de Julio del 2017
Por: Jenna Gallegos
La mayoría de nosotros no pasamos nuestros días arando campos o lidiando con el ganado. Somos parte del 99 por ciento de los estadounidenses que comen comida, pero no la producen. Debido a nuestra relación íntima con la comida, y porque es tan importante para nuestra salud y el medio ambiente, la gente debería estar muy preocupada por cómo se produce. Pero no siempre lo tenemos claro. La próxima vez que estés en el supermercado, considera estos 10 mitos modernos sobre la ocupación más antigua.
1. La mayoría de las granjas son propiedad de corporaciones
Este mito es probablemente el más omnipresente de la lista. También es el más alejado de la realidad. Casi el 99 por ciento de las granjas de Estados Unidos son de propiedad familiar. La gran mayoría de éstas son pequeñas granjas familiares, pero la mayor parte de nuestra comida proviene de grandes granjas familiares.
2. La comida es cara
Los estadounidenses gastan un porcentaje considerablemente menor de sus ingresos en alimentos de lo que gastaban en la década de 1960. El gasto de alimentos de los estadounidenses está entre los menores valores a nivel global como porcentaje de sus ingresos. Gastamos menos de nuestro dinero en comida que la gente en muchas otras naciones desarrolladas.
Entre el 10 y 20 por ciento del costo de los alimentos llega realmente al agricultor. Eso significa que cuando los precios de los productos básicos suben o bajan, los costos de los alimentos se mantienen relativamente constantes, amortiguando para los consumidores los picos en sus facturas de comestibles.
Eso no quiere decir que para algunos hogares estadounidenses los alimentos no sean de difícil costeo, y los expertos en nutrición y obesidad se preocupan por el costo relativamente alto de los alimentos ricos en nutrientes versus los densos en calorías.
3. La agricultura es tradicional y de baja tecnología
Los automóviles auto dirigidos están todavía fuera del alcance de los consumidores, pero algunos tractores se han estado manejando a sí mismos en las granjas durante años. Y conducir tractores no es el único papel que el GPS (sistema de posicionamiento global) juega en una granja. Los agricultores recolectan datos geoespaciales para monitorear variaciones a través de un campo en el tipo de suelo, el uso de agua y nutrientes, la temperatura, el rendimiento de los cultivos y más. El agricultor promedio en la Red de Negocios de los Agricultores, una plataforma similar a la de los medios sociales para analítica de la finca, recoge alrededor de cuatro millones de puntos de datos cada año. La inteligencia artificial ayuda a ordenar todos estos datos y maximizar el rendimiento dentro de un campo.
Las semillas que plantan los agricultores también son cuidadosamente elaboradas por años de investigación de vanguardia para maximizar el rendimiento y la eficiencia. La secuenciación de genes y los marcadores moleculares ayudan a rastrear los mejores rasgos al momento de criar nuevos cultivos. Los mutágenos químicos y la radiación aceleran la evolución mediante la introducción de nuevas mutaciones. Y la ingeniería genética permite a los científicos mover genes entre especies o desactivar los genes de características indeseables.
Las granjas orgánicas no son necesariamente de menos alta tecnología. A excepción de la ingeniería genética, todas las tecnologías anteriores mejoran los rendimientos en muchas granjas orgánicas certificadas por el USDA (Departamento de Agricultura de los Estados Unidos).
Con toda esta tecnología entrando en las granjas modernas, la demanda de trabajadores calificados en el sector agrícola también está aumentando. En 2015, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos informó que los empleos en los sectores de la alimentación y la agricultura superan en número a los títulos otorgados en esos campos por casi dos a uno. De esas oportunidades de trabajo, el 27 por ciento está en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas.
Es por eso que yo me cambié de una carrera enfocada hacia la medicina por la biología vegetal en mis estudios para mi doctorado. Yo me crie en una comunidad de granjas y estancias en las llanuras secas del este de Colorado. Allí, los márgenes estrechos impiden que muchos granjeros inviertan en las tecnologías más nuevas, así que yo quise ayudar a hacer mejores semillas más asequibles.
4. Un plaguicida es un plaguicida es un plaguicida
Plaguicida es un término genérico para una gama de compuestos. Diferentes clases apuntan a ciertos tipos de plagas: herbicidas para malezas, fungicidas para hongos, insecticidas para insectos, rodenticidas para roedores. Algunos matan muy específicamente. Por ejemplo, ciertos herbicidas afectan solamente a las plantas de hoja ancha, pero no a las gramíneas. Otros cruzan categorías, como ciertos insecticidas que también pueden dañar animales más grandes en dosis altas.
Los plaguicidas combaten insectos y malezas en campos orgánicos y convencionales. La diferencia es que los pesticidas orgánicos no pueden ser sintetizados artificialmente. Esto no significa necesariamente que sean menos tóxicos. La toxicidad depende del compuesto específico y la exposición de una persona a ese compuesto. Algunos pesticidas, especialmente los más viejos, son tóxicos en niveles relativamente bajos. Otros son seguros incluso a dosis muy altas. Los plaguicidas también difieren en la rapidez con que se descomponen en el medio ambiente.
Diferentes regulaciones se aplican a diferentes pesticidas. Para comprar algunos productos químicos agrícolas se requieren permisos, y muchos granjeros llaman a consultores de los cultivos para diagnosticar problemas en un campo y prescribir el tratamiento apropiado.
5. Los agricultores orgánicos y los agricultores convencionales no se llevan bien
Las fincas adyacentes tienen que cooperar independientemente de cómo manejan sus cultivos. Por ejemplo, los herbicidas potencialmente dañinos aplicados a un campo pueden derivar hacia los cultivos de un vecino. Las malezas o los insectos mal manejados también pueden propagarse de un campo a otro.
Pero muchas familias de agricultores de hecho cultivan de forma orgánica y convencional en diferentes campos. La agricultura orgánica y convencional son modelos de negocio diferentes. Por lo general, cuesta más cultivar orgánicamente, pero los agricultores pueden vender estos cultivos por una prima más alta. Algunos cultivos son más fáciles de cultivar orgánicamente que otros dependiendo del tipo de plagas que enfrentan. El que un cultivo dado pueda ser cultivado con más sostenibilidad por métodos convencionales u orgánicos también difiere por cultivo y por región.
6. Un OGM es un OGM es un OGM
Los agricultores y los científicos de las plantas encuentran frustrante el término «OGM», u organismo genéticamente modificado. Hay muchas maneras de modificar genéticamente un cultivo dentro y fuera de un laboratorio. Sin embargo, el término OGM y las regulaciones que lo acompañan se restringen a tipos particulares de ingeniería genética.
La ingeniería genética es una herramienta que puede utilizarse de muchas maneras diferentes. La técnica ha producido papayas resistentes a virus, granos que pueden sobrevivir a la aplicación de herbicidas, calabazas desagradables para los insectos y manzanas que no se ponen marrones. Cada uno de estos rasgos puede llevar a resultados muy diferentes. Por ejemplo, los cultivos resistentes a los herbicidas permiten un mayor uso de ciertos herbicidas, mientras que los cultivos resistentes a los insectos permiten a los agricultores utilizar menos insecticidas.
Cada uno de los cultivos transgénicos para alimentos que actualmente están o pronto estarán en los anaqueles en los Estados Unidos (estos incluyen canola, maíz, papaya, soja, calabaza, remolacha azucarera, manzanas y papas) han sido probados individualmente para su seguridad. Conjuntamente, esta investigación abarca dos décadas y casi 1.000 estudios por diversas organizaciones independientes de todo el mundo.
7. Sólo la carne etiquetada “libre de hormonas” está libre de hormonas
Ninguna carne está libre de hormonas, porque los animales (y las plantas) producen hormonas naturalmente. El uso de hormonas añadidas está prohibido en todas las operaciones de carne de cerdo y de pollo. Hormonas como el estrógeno se pueden utilizar para ayudar a que las vacas alcancen el peso de mercado más rápidamente, pero el hombre promedio produce decenas de miles de veces más estrógeno todos los días que la cantidad encontrada en una porción de carne de una vaca tratada con hormonas. Para una mujer embarazada, esa cifra está en los millones.
8. Sólo la carne etiquetada «libre de antibióticos» está libre de antibióticos
Toda la carne en su tienda de comestibles está libre de antibióticos. Un animal tratado con antibióticos no puede ser sacrificado hasta que los fármacos se hayan quitado de su sistema. La etiqueta “sin antibióticos añadidos” o “criado sin antibióticos” significa que el animal fue criado sin nunca recibir ningún antibiótico. El uso excesivo de antibióticos en animales que en realidad no han sido diagnosticados con una infección bacteriana, fomenta la resistencia a los antibióticos y es una importante preocupación en salud pública. Por otro lado, renunciar a un tratamiento con antibióticos si un animal está enfermo sería inhumano. Las etiquetas indicando que «no se añadieron sub-terapéuticos» o que «no se les alimento con antibióticos» significan que los antibióticos sólo se usaron cuando era necesario.
9. Los alimentos etiquetados «naturales» se producen de manera diferente
Las etiquetas de alimentos naturales en realidad no significan nada. No todavía, de todos modos. La FDA (administración de alimentos y drogas) tomó comentarios del público el otoño pasado y va a deliberar si se debe regular «natural» en las etiquetas de los alimentos en el futuro. Dónde trazar la línea entre lo natural y no natural es una decisión difícil, y muchos expertos argumentan que es irrelevante, porque la naturalidad no es una indicación de la calidad o la seguridad.
10. Los químicos son la mayor amenaza para la seguridad alimentaria
Los contaminantes biológicos son, por mucho, el problema más común de la seguridad alimentaria. Bacterias nocivas como E. coli, salmonella o listeria, virus y parásitos pueden contaminar la carne o los productos perecederos. La cocción completa, la limpieza y el almacenamiento adecuado de los alimentos son la mejor defensa contra estos patógenos. Para las verduras crudas, el lavado puede reducir, pero no eliminar, la amenaza de exposición. Ciertos vegetales crudos, como los fertilizados con estiércol y los que crecen en condiciones cálidas y húmedas, como los brotes de alfalfa, son de un riesgo mayor. Enfermedades como la enfermedad de las vacas locas también pueden ser un problema de seguridad alimentaria, pero sólo en casos extremadamente raros.
Los productos químicos llegan a los alimentos mucho menos frecuentemente. Éstos incluyen las micotoxinas que son producidas naturalmente por hongos, contaminantes industriales o metales pesados que se encuentran naturalmente en los suelos. El Departamento de Agricultura supervisa los alimentos para detectar residuos de plaguicidas anualmente y por su último informe, “los residuos de plaguicidas en los alimentos analizados se encuentran en niveles por debajo de los límites de tolerancia establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA) y no plantean ningún problema de seguridad.”