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Le denominan quimiofobia y es un temor excesivo a todos los productos químicos a pesar de que la química nos ha acompañado desde tiempos remotos hasta nuestros días.

Enero 2020

Imagine su vida sin la mezcla de gases compuesta por 78% de nitrógeno, 21% de oxígeno, 0.93 % de argón y 0.04 % de dióxido de carbono. O quizás sin aquellas moléculas  compuestas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Con certeza moriríamos, pues sin aire ni agua es imposible vivir.

Así de recurrente es la química en la vida de los casi 8000 millones de habitantes del planeta. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos vivimos rodeados de ella.

Ya lo decía el químico fránces, Jean Marie Pierre Lehn, galardonado con el Premio Nobel en esa disciplina, en 1987: “La química es como el arte. Por ambos caminos obtienes cosas. Con la química puedes cambiar el orden de los átomos y crear realidades que no existían”.

Todo en nuestra vida es química. Al interactuar con otras disciplinas ella literalmente es la base de absolutamente todo.

Así lo menciona el Doctor en Ciencias Químicas e Investigador Científico español, Bernardo Herradón en su publicación denominada La Química: ciencia central en el siglo XXI donde cita que todo es química. “Esta característica hace que la química sea considerada la ciencia central. La química interacciona con otras ciencias, como la toxicología, la ciencia de los alimentos, las ciencias medioambientales, la ciencia de los materiales, las ciencias agrícolas, la veterinaria, la medicina, la biología y la física. En todas estas ciencias se usan conceptos y métodos de la química (basados en el empleo y manipulación de moléculas) para estudiar fenómenos y generar productos de consumo. Por poner algunos ejemplos, todo lo que comemos es una mezcla de sustancias químicas (ya sean naturales o artificiales), o el efecto biológico que tienen las sustancias químicas se tiene que explicar a nivel molecular, lo que influye en ciencias biomédicas, toxicología y ciencias medioambientales.”

De manera que como lo dice el especialista, ha vivido entre nosotros, desde siempre.

Pero de la misma forma en que este elemento inmerso en la naturaleza y en nuestras vidas nos ha conectado, también ha sido artífice de los más infundados temores.

No le temen a las radiaciones emitidas por un teléfono móvil pero sí a todo aquello donde interviene la mente humana, esa química que nos ha permitido vivir, conocernos y facilitarnos claramente nuestra existencia.

Los científicos le han denominado “quimiofobia” un temor infundado a los químicos artificiales, donde algunos creen que lo natural es “mejor y más saludable” que lo producido industrialmente o en un laboratorio, cuando existe suficiente evidencia científica y regulación que respalda la seguridad de todo lo que se ha ido desarrollando.

El problema ha sido tal, que muchas personas no permiten que sus hijos sean vacunados, por el peligro de “un agente artificial”, cuando la medicina basada en la evidencia ha sido contundente en señalar la importancia de la inmunización desde edades tempranas.

Respaldo y regulación minuciosa

Justamente cuando los químicos se dieron cuenta que podían crear nuevas sustancias químicas, empezaron a buscar aplicaciones, tal y como lo señala el experto Herradón en su publicación. Y con ella, también vinieron nuevos controles y normativas internacionales que permitieron garantizar su impacto positivo en la calidad de vida a nivel mundial.

De manera que la química y todas sus innovaciones son sumamente reguladas internacionalmente. Los protocolos existentes y los organismos internacionales y nacionales regulan la práctica de todo nuevo desarrollo o producto en el campo médico o alimenticio, eso sin mencionar otras disciplinas que se benefician de sus aplicaciones.

Así lo señala Karla Andrade, experta ecuatoriana en Química Farmacéutica, quien desecha cualquier idea que tienda a temerle a la Química, pues los compuestos de ese tipo se encuentran en todos lados y han sido parte de nuestra vida cotidiana. Es más, la profesional, integrante del staff de profesionales en un laboratorio farmacéutico privado, recuerda que antes de que un producto químicamente procesado se expenda al público, este debe contar con la certificación de la autoridad sanitaria respectiva. A esto se suma la rigurosidad y ética profesional del trabajo que realiza cada especialista, y  todo un proceso que respalda la seguridad para que ese producto llegue al mercado.

“Hay organismos nacionales e internacionales que exigen el cumplimiento de procesos tanto en productos como en sus envases”, detalla Andrade. Tanto en el resto del mundo como en nuestro país, existen entidades que regulan todo proceso de innovación en este campo. Por ejemplo, instituciones, apoyados en las normas INEN del Servicio Ecuatoriano de Normalización a través de la FAO, determinan el grado de los compuestos de los productos de tal manera que, en el caso del consumo humano, no exponga a las personas a ningún tipo de riesgo y brinde seguridad. Los análisis de la materia prima, del proceso y del producto final son las fases del control de calidad que se aplican a los productos antes de exponerse al público. Estas fases se contemplan en la norma ISO 9001:2015 que regula los sistemas de gestión de calidad de procesos, incluyendo el de las áreas de producción. El cumplimiento de esta norma evidencia en las empresas su capacidad para proporcionar productos de calidad y cuya composición química no cause alteraciones en el cuerpo humano.”

En ese contexto, las actitudes de un ingeniero químico son guías y orientación de la conducta, y manifiestan los valores adquiridos que orientan su actividad profesional en beneficio de la sociedad y de su entorno haciendo un uso eficiente de los recursos, fomentando la conciencia social y ambiental. Una actitud, según el Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos, es la tendencia a decidir, pensar o actuar de una determinada manera bajo ciertas circunstancias.

En un estudio publicado en marzo del 2018, ONU Medio Ambiente advirtió que la producción química actual se cifra en 2 300 millones de toneladas, pero que se duplicará para 2030. En el documento, la entidad rescata el desarrollo de innovaciones químicas sostenibles. La idea es que la Química “desempeñe un papel importante en la sociedad moderna y en el logro de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.

El informe asegura que los Gobiernos están tomando medidas reglamentarias sobre muchos productos químicos; algunas empresas están impulsando estándares de una gestión sostenible en la cadena de suministro; y los consumidores han aumentado la demanda por productos y métodos más seguros.

Se necesita de ella para vivir, mejorar la esperanza de vida, medicinas, alimentación, hasta energía, y por eso se busca lograr mecanismos que permitan fortalecer su desarrollo, con procesos seguros y sostenibles en el largo plazo.